Jesús subió a una montaña con sus discípulos…y vio mucha gente que acudía a él…”¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?” Jesús les dijo: «Hagan que se sienta la gente.» y se sentaron. Entonces Jesús tomó los panes, dio las gracias y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron y comieron. Evangelio según Juan, 6.
San Juan de Lurigancho, un distrito de un millón de habitantes situado el este de Lima, en Perú, es uno de los lugares más castigados por la pandemia del Covid-19. El gobierno Peruano ha reportado este distrito como uno de los lugares con más casos de coronavirus en el país..
Muchos de los pobladores han sido contagiados por el virus y tienen algún familiar o conocido infectado. Sin contar con el número de fallecidos. Es casi imposible encontrar una persona que no haya sido tocada por la pandemia, directa o indirectamente.
El Hermano Diego Glos, que vive en la zona de Canto Grande nos habla de su experiencia: “La comunidad ha ayudado a mucha gente y a familias que tiene a sus hijos en el colegio de los Hermanos. Al perder sus trabajos ha aumentado la pobreza y la gente sale a vender a las calles, lo cual aumenta la posibilidad de contagios”. La aparición de vendedores ambulantes ha elevado la presencia de gente en las calles, justo en el momento en que debería haber distancia social. Y es el real reflejo de la necesidad económica lo que obliga a muchas personas a realizar esta actividad.
“Me he enterado que el gobierno peruano ayuda a las familias más pobres ofreciéndoles servicios de agua y electricidad sin costo; pero también son esas familias quienes tienen más casos de contagios, no pueden acceder a los hospitales, sufren la falta de oxígeno y tienen familiares fallecidos”. Nos dice el hermano Steve Casey, quien vive y trabaja hace años en este distrito.
Los Hermanos Cristianos tenemos dos comunidades en este lugar de Perú. Y hemos podido constatar, en experiencia propia, la realidad de nuestros vecinos y lo duro que es salir adelante cuando las puertas se cierran frente a uno, especialmente la “puerta” de la salud.
El Hno. Alberto Llanos comenta “Nunca he visto tantos vendedores ambulantes en las calles; hay personas que tocan la puerta de la comunidad, jóvenes o familias ofreciendo algo para vender, ofreciendo limpiar la casa para recibir algunas monedas, o simplemente suplicando que les demos algo”.
¿Y Dios? ¿Dónde está él en todo esto? El sentimiento de injusticia aparece al ver que son los más pobres los que se contagian y mueren. Pero Dios está. Y su amor se hace presente a través de los cientos de voluntarios, buenos vecinos, club de madres e instituciones religiosas que ayudan cada día sin hacer mucho ruido, extendiendo su mano en un auxilio que, cada día, ayuda a seguir adelante a estas personas. Si, Dios está.
Todas las tardes La comunidad reza en la terraza de la casa, desde la cual se tiene una vista de las montañas y se puede ver el sol ocultarse detrás de ellas y las luces de la ciudad empiezan a encenderse. En ese momento llevamos el sufrimiento, el dolor y el miedo de la gente a nuestro pensamiento y lo entregamos a Dios. Rezando por todos aquellos quienes conocemos y por los que no conocemos, con la esperanza de que las cosas en un tiempo serán mejores. Pues estamos seguros que Jesús actúa a través de diferentes manos generosas como aquella tarde junto a sus discípulos y las miles de personas…y todos recibieron y comieron.
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